Elena Funes, la abderitana que pisa fuerte por los invernaderos de Andalucía
Elena Funes (Adra, 1985) es una enamorada de su trabajo. Une dos pasiones, la moda y la agricultura. Esta última la ha ‘mamado’ desde bien pequeñita y aunque quizás llamarla pasión es quizás algo excesivo, lo lleva muy adentro, se puede decir que corre por sus venas la tradición de uno de los sectores más importantes de su tierra, Andalucía. Quizás por esto comenzó a juntar diseños y materiales de los invernaderos.
¿Cuáles son sus pasiones?
Me apasiona, aparte del Diseño de Moda, todo aquello que me ayuda a comprender la realidad del mundo actual, que es inmenso. Me encanta aprender acerca de otras culturas, sus modos de vida y las manifestaciones artísticas que se desarrollan alrededor de ellas. Puede ir desde lo textil hasta lo pictórico, audiovisual, escultórico… También me gusta estudiar acerca de cuestiones socioeconómicas, políticas o científicas que las rodean. Comprender todo esto y traducirlo a través del medio que yo desarrollo es una excelente vía para contar historias que merecen la pena, que son tan curiosas y tan válidas como los más grandes relatos de la historia. La moda es un soporte que tiene mucho alcance, y es bueno aprovecharlo para transportar cultura y conocimiento.
¿Cómo tuvo la idea de mezclar agricultura y moda? ¿Por qué materiales de invernaderos?
Supongo que, proviniendo de una familia donde el sustento del hogar ha sido la agricultura, ha sido una ‘deducción’ natural, resultado de lo conocido con lo aprendido. Siempre ha sido una estampa visual, fijada en la mente, ver la extensión de invernaderos que se difumina en el horizonte. Para mí es un símbolo de tranquilidad, me es familiar y se asocia a un recuerdo enclavado en la infancia. Sin embargo, hay otras imágenes en las que el plástico retirado, esperando a ser recogido, sale volado antes de tiempo y se queda atrapado en cualquier estructura o vegetación… y acaba por contaminar el medio, integrándose en los estratos del terreno o en el mismo mar.
Entonces, en este deseo de transportar nuestra propia historia, desarrollar un producto de valor y retirar los agentes contaminantes del medio, es que nace esta idea y se materializa en una colección de moda femenina, ejecutada bajo los estándares de la Alta Costura. Su título es autodescriptivo: Agricostura.
¿Tiene algo que ver utilizar estos materiales para potenciar de dónde viene?
La colección Agricostura tiene, desde el primer momento, espíritu divulgativo. Pretende contar nuestra historia, una que es única de aquí, que comenzó por el llamado Milagro Almeriense, allá por 1963, cuando se descubrió que enarenar el suelo y cubrir los cultivos con plástico volvía una tierra árida en otra fructífera, llena de vida. Gracias a la labor del Instituto Nacional de Colonización, muchos emigrantes nacionales que estaban en Cataluña, pudieron volver al campo de Dalías, autoabasteciéndose con la explotación agrícola que se les concedía.
Más tarde llegaría la Revolución Verde, cuando la acuciante plaga de trips y de mosca blanca hizo que los mercados europeos se cerraran, allá por 2007, resultando en que los productos agrícolas mostraban altas cantidades de residuos químicos. Se hizo necesario cambiar el modo de combate, descubriendo que los depredadores naturales de dichas plagas iban a ser los grandes aliados de nuestro modelo de producción. Las sustancias químicas nocivas se prohibieron, y gracias al control biológico de plagas los microecosistemas que se generaban en el interior del invernadero mejoraron también el suelo. El futuro está por escribirse aún, aunque en el escenario del cambio climático, quizás debamos valorar los organismos genéticamente modificados para alimentarnos, gracias a las nuevas herramientas de edición genética, CRISPR/Cas.
Entonces, por todo lo descrito anteriormente, sí que hay un deseo por poner en valor el lugar de donde procedo, que otros vean por qué es tan importante lo que se hace aquí y cómo la historia nos ha llevado a donde hoy estamos.
Ahora que vivimos inmersos en el gran problema del plástico… ¿Puede ser la moda la gran batalla contra la contaminación?
Actualmente, la industria de la moda es la segunda más contaminante, justo por detrás de los combustibles fósiles.
Sin embargo, me temo que es una cuestión que va más allá de lo que un diseñador de moda puede hacer. No sólo es que usemos materiales reciclados, o sostenibles. Tampoco es sólo que los consumidores adquieran menos ropa o que se realicen menos colecciones al año. Es la suma de todo eso y otras cuestiones políticas y socioeconómicas que están fuera de nuestro control. Podemos legislar en nuestro país, pero no podemos legislar en los países de otros. Si China es el país que ahora mismo emite más dióxido de carbono debido a su modelo de producción, pero no se hace nada al respecto por parte de los dirigentes, entonces sólo podemos aspirar a aportar un grano de arena a un problema que es de una escala mucho mayor. Se sabe bien que la inmensa mayoría de ropa que se adquiere en las grandes superficies viene de países como Bangladesh o Camboya y, mientras que las condiciones laborales y las políticas de gestión de residuos no cambien allí, seguirá siendo rentable explotar a los trabajadores y contaminar sus aguas para las empresas que allí producen.
Es una batalla donde muchos agentes intervienen. Esto no quita que, desde nuestros propios medios, hagamos cuanto podamos por mejorar la situación.
¿Cuáles son los próximos pasos que quiere tomar?
En este momento soy docente en ESADA, impartiendo asignaturas del Grado en Diseño de Moda. Tengo en mente seguir esta línea de investigación que se ha abierto gracias al interés generado en la colección, ya que Agricostura aún no es un proyecto cerrado. Me gustaría poder explorar incluso biomateriales que pudieran ser susceptibles de ser aplicados en moda, ya que también se generan residuos orgánicos en el invernadero. Pero para esto, será necesario buscar otras entidades y otras personas con los conocimientos y la formación adecuada.
¿Le ha salido algún contrato tras mezclar moda y agricultura?
Aparte de mi trabajo como docente, hay empresas que se han mostrado interesadas en la colección Agricostura y, por el momento, han ofrecido material y recursos para poder continuar con su desarrollo. Me encantaría poder conseguir más apoyo y, quizá, poder llevar esta colección a grandes ferias agroalimentarias o plataformas de moda, para poder seguir contando a través de la colección la historia de nuestra tierra y transportarla aún más lejos.
Por último, ¿Cuál es su sueño?
No creo tener un sueño definido como tal, al menos en este momento concreto de mi vida. Lo que sí es cierto es que me enriquece la docencia, estar en constante aprendizaje, poder ayudar a que otras personas se desarrollen también. Me gusta todo aquello que tenga que ver con la investigación y la exploración de nuevos conceptos, nuevas formas de transversalidad entre disciplinas, nuevas ideas.
Espero poder hacerle llegar a la gente lo que a mí me emociona, lo que me apasiona, y que en ellos resuene lo que les quiero contar. Y mientras que lo hago, dejo que cada paso que tomo me lleve al siguiente, despacio, pero con firmeza.