Santa Teresa es una fecha grabada a fuego en el calendario de los letrados. Este año, la pandemia de la COVID-19 ha marcado todos los aspectos de la vida de los españoles y también ha provocado que los actos para celebrar esta festividad hayan sido menos multitudinarios, aunque no ha impedido que el Colegio de Abogados de Almería haya rendido homenaje a los miembros de este colectivo.
Unos actos “estrechados por las circunstancias”, según el propio decano del órgano colegial, Juan Luis de Aynat, que este viernes comenzaban a las once de la mañana con una solemne misa en el Santuario de la Virgen del Mar en honor de los compañeros fallecidos durante el último año.
Una hora y media más tarde arrancaba el acto central en el salón de actos de la sede del Colegio, con un aforo limitado y las correspondientes medidas de prevención. Retransmitido por Internet para que pudiesen seguirlo aquellos que por la crisis sanitaria no han podido acudir, ha acogido la jura o promesa de cuatro nuevos colegiados.
En este caso, han jurado o prometido Gonzalo Fernández de Córdoba, apadrinado por su madre Natalia Fernández de Córdoba; Rogelio Vargas Rubia, con su padre Rogelio Vargas Rodríguez como padrino; Guillermo Lorenzo, María del Pilar soriano como madrina, y Juan Francisco Núñez Vicente, con su padre Juan Francisco Núñez Fenoy como padrino.
Este último padrino ha sido el responsable de la ya tradicional alocución a los nuevos colegiados, recordándoles que tendrán que dar lo mejor de sí mismos en todo momento y que en esta profesión “no hay contrarios, hay contrincantes”. “Un despacho no se construye en poco tiempo”, ha advertido, insistiendo en que tendrán por delante “muchas noches sin dormir” y tiempo quitado a una familia que “apoya y comprende” al letrado.
Acto seguido, se han entregado los Escudos de Oro y diplomas a los colegiados que hace 50 años se incorporaron al Colegio, en concreto al exteniente fiscal de Almería, Fernando Brea Serra, a José Fernández Fernández, a José Luis Martínez García, a José María Contreras Aparicio, a Manuel Cuesta González, y a Manuel Maza de Ayala.
De forma previa a la entrega al premio ‘Decano Rogelio Pérez Burgos’, Fernando Brea se dirigía al venerable público para rememorar su relación con el Colegio desde antes de formar parte de sus miembros, cuando acudía junto a su padre como estudiante a actos como éste, cuando todavía el órgano colegial tenía su sede en los bajos de la Audiencia. En este sentido, resaltaba que el Colegio se ha “configurado como una institución necesaria para la defensa de la profesión”, resaltando los valores que se le presuponen a un letrado.
Tras la entrega de los premios ‘Decano Rogelio Pérez Burgos’, cuyos beneficiarios no han podido asistir al acto, tomaba la palabra el abogado y senador Luis Rogelio Rodríguez Comendador, nieto del ilustre letrado que da nombre al galardón. El ahora político ha recalcado la importancia de actualizarse de forma permanente, con “trabajo, constancia, dedicación y amor” a esta labor. “Uno muere siendo abogado, al margen de que esté en el ejercicio profesional o no”, mantenía.
El decano cerraba el acto deslizando su discurso por “espacios más sentimentales”.
“Es un honor ser el decano en una época tan difícil. Siempre me he pegado a esto con el afán de colaborar, pero no sabía la que nos iba a caer. Lo que en el principio de estos días de hierro de hierro era una tortura, se ha convertido en una satisfacción”, mantenía de Aynat.
En su intervención también tenía espacio el reconocimiento a su junta directiva y al personal del Colegio de Abogados. Una plantilla “ejemplar sin la cual no habríamos podido desenvolvernos en esta situación tan difícil que seguimos afrontando. Esto no ha terminado”, añadía el decano, quien lamentaba también que hubiese quien hace unos meses “se juntara en el Palacio Real para celebrar la finalización de la pandemia”.
También revelaba que, debido a la COVID-19, no era posible convocar a los 109 colegiados que debían recibir en este acto el Escudo de Plata, si bien ha remitido a cada uno de ellos una carta que, con el permiso de los aludidos, era leída en voz alta en el salón de actos.
Concluía, finalmente, el decano con un llamamiento a los abogados, a los que insistía que la cohesión social es fundamental, instándoles a no propagar el “incendio social”. “En seis o siete meses he aprendido lo que debía aprender en la EGB. Qué es sólido, qué es líquido y qué es gaseoso. Sobran gaseosos; perdono a algunos líquidos y me agarro a los sólidos. Que se quiten las pamplinas y nos saquen de esto con responsabilidad”, terminaba De Aynat.